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viernes, 4 de mayo de 2012

Si Me Llevas Al Huerto.


“Me encanta ser inmaduro porque
conservo intacto mi desprecio hacia cualquier forma de autoridad.
No creo en el diálogo ni en el consenso.
Sólo creo en los cócteles Molotov.”
(ITWU)

Corría el mes de Agosto de aquel cálido año 2015. Era un día extremadamente caluroso y, ya entrada la tarde, las homópteras chicharras del arroyo acompañaban un desproporcionado ratio decibélico, con enérgicos y estridentes cantos desatinados, a los 100.4º Fahrenheit que asediaban aquella sudada y agradecida huerta situada a las afueras de la sitiada ciudad de Iruña-Pamplona.
Juro por los mansos caracoles que en armonía conviven en el huerto aquel, que hubiera instituido más temprano que tarde el invento de Joseph Ignace Guillotin con tal de no volver a sentir jamás clavarse en mi cerebro los canticos de aquellos insectos.
Pero mi atención se debió centrar más abajo de las ramas choperas del arroyo, las mismas que habitan los coros de las chicharras que tanto aborrezco. A tan solo unos verticales metros de ellas y a unos metros lineales de las zarzamoras con las que, con su fruto, hago mermelada, habitan las diferentes plantas que conforman la huerta, creando con el sol de Agosto y viendo a sus hijos madurar, una de las dos bellas etapas de la fotosíntesis.

Los hermanos Tomate han encontrado por estos fértiles suelos a un nuevo vegetal. Acaba de caerse de una de las ramas de su planta, el pobre está algo confuso y no recuerda ni como se llama. Con la arrogancia que los caracteriza, deciden llamarle “Pimiento”, sí, “Pimiento” a secas, porque a ellos les da la gana  y porque dicen ser los reyes de la huerta creyéndose así con el divino derecho de hacerlo. En ese momento de gloria se sienten leones.

-Yo no soy un Pimiento, soy una Berenjena- alega el infortunado vegetal con el deplorable aspecto que presenta tras el infortunio, al tiempo que trata en vano de reconocerse a sí mismo.

-“¡Pimiento!”-, gritan al unísono las primeras Lechugas, verdes y crueles como la amenazante sombra del tricornio, que desde que vieron al pobre vegetal caer de su rama, no paran de mofarse en  su surco. Dos zanjas mas allá tenemos a las hermanas Fresas, tan viciosas como frescas, no se quedan cortas y se mofan de él a la vez que se relamen codiciando el dulce baño de nata o de azúcar, rebozado tal vez, en una noche de sexo loco que les aguarda en un futuro no muy lejano. -“¡Pimiento!, ¡Pimiento!” -  increpan con desvergüenza al confuso vegetal que yace bajo un sol abrasador, magullado y herido, bajo la mata que lo vio nacer. Las Fresas, forman parte de la generación de la decadencia. Son las “canis” de la huerta.

-“¡YO NO SOY UN PIMIENTO, SOY UNA BERENJENA!”- reprende éste a la vez que clava la enfurecida mirada que sale de sus llorosos ojos en todos y cada uno de los vegetales que, a su alrededor, groseramente se mofan; Tomates, Lechugas, Fresas, Rábanos, Cebollas…



-“¡SOY UNA BERENJENA!”- repite nuevamente ante la mirada de todos.
-“…¡UNA  BE-REN-JE-NA!”- insiste.

-“¡Pimiento!, ¡Pimiento!”-  le chillan las hermanas Cebollas a lo lejos, retorciéndose entre burlonas carcajadas y llorando de risa a más no poder.
 El abuelo Pepino que está a la fresca bajo la sombra de una de las hojas del viejo amigo Calabacín, observa junto a éste toda la escena, manteniéndose ambos al margen de semejante forma de ridiculizar al pobre y desdichado vegetal.

Transcurridas 30 horas de aquel lamentable panorama, todo ha cambiado;
Las Fresas, consiguieron su objetivo, ese día por la noche tuvieron azúcar y nata, follaron apasionadamente y fueron felices sucumbiendo ante unos labios que se endulzaron de su Ser.
Las Lechugas fueron descuartizadas cuando acudían a una fiesta de disfraces y a pesar de ello  consiguieron disfrazarse, ataviándose con aceitunas y poniéndose guapas con semillas de sésamo y anchoas.
Los Tomates, creyéndose los reyes de la huerta tuvieron también un trágico final al que acompañó también unos Pimientos verdes,  unos Pimientos rojos, unos Pepinos y Cebollas. Acabaron todos ellos dentro de una enorme cuba donde unas cuchillas subían y bajaban mutilándoles sin piedad. En la parte exterior de la enorme cuba rezaba un Epitafio: “GAZPACHO”.
 Ahora, voy a ceder el turno de palabra al desdichado vegetal para que pronuncie unas palabras. Él se encuentra bien, a la fresca y le han dado un baño y sacado brillo. Aquí sus palabras de despedida dirigidas a sus vecinos del huerto:

-“¿VEIS?...CAPULLOS! CÓMO SOY UNA BERENJENA.”-
                                                                                                   …ja, je, ji, jo, ju.

2 comentarios:

  1. Eeeeee, es un mini cuento, que chulo, te quedó muuuuuuy bien!!!!

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  2. Pensé que te había contestado...pero ya veo que lo mio es demencia en toda la regla.
    Me alegro que guste. Muy agradecido por los comentarios,,jajaja!!

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