“Me
avergüenza sentirme seguro,
mi
culo está en buenas manos". (Petrograd. 1999).
“Que
la suerte te acompañe”
(Loterías
y Apuestas del ap-estado).
VI:
Buscando caracoles de punta fina, metió tímido su mano en el
pequeño bolsillo de la riñonera; sorprendido,
encontró cuatro de ellos y una preguntona nube que, con tacto, la posó sobre su
hombro, ambos se presentaron y comenzaron una maravillosa amistad.
Volaron dos mil quinientas cincuenta y cinco hojas de siete árboles-calendario, los días
buenos también cuentan, y la nube demostró ser tan apasionadamente egoísta, arpía
e intransigente que un entristecido soplo de caduca paciencia la envió volando a
freír espárragos blancos. Qué pulso, qué destreza, qué tiento, qué aguantes más
disimulados provocaron fuentes saladas en los rostros de los cuatro caracoles
de punta fina.
VII
Paseando por las espinas del eterno daño mientras zampaba con hambre una extrovertida, simpática y bella manzana amarilla, encontró en su interior un diminuto y encantador lepidóptero cabezón que, dulcemente por dentro, la hacía cosquillas mientras, con hambre, deseo y sutil disimulo, la devoraba delicadamente los días de calor. Y de nuevo, con nostálgico tacto, colocó a la manzana bajo la sombra del árbol-disparate y a la feliz oruga comilona dentro de ella, muy cerca de su corazón para que feliz mute en selecta mariposa. Y así nuestro amigo, prosiguió, sin manzana aunque con menos hambre, su paseo por aquellos oscuros sinsabores de dudas y árboles.
La manzana y el gusano fueron felices lo que dura la
metamorfosis, hasta que la naturaleza de ésta cambió a carpocapsa y buscando
nuevas manzanas donde poner sus huevos, abandonó a una consumida y dañada
manzana.
Las casitas de chocolate, acabaron con los pocos árboles que
todavía quedaban en pie y un poco más adelante, a dos Kilómetros, construyeron
un inmenso centro comercial donde vendían manzanas amarillas de plástico, babas
de caracol, caracoles sin babas o plastificados calendarios que
miden el tiempo, decorados con fotos de distantes árboles .
Y así, con el tiempo nos fuimos alejando, vendiéndonos al
mejor postor y, aunque no lo necesitábamos, nos contaron una película de
Charles Bronson. La mañana siguiente daba el pistoletazo de salida al asombroso
despertar de los clones solitarios. Y todo parecía más normal, más normal, más
normal, más normal, más normal…
EPÍLOGOS VI Y VII:
-“Gracias soplo de caduca paciencia, me has quitado un muerto de
encima.”-
-“El tiempo no pudre nada, para eso están los gusanos”.-
-“El asombroso despertar de los clones solitarios es una marabunta de
incrédulos haciendo cola en una gran superficie comercial”.-
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