“
Una vez descartado lo imposible,
lo que queda,
por improbable que parezca,
debe ser la verdad.”
(Arthur Conan Doyle)
Como cada año llega un periodo
estacional en el que el otoño, con un puntapié, da al verano por satisfecho,
quedando éste sofocado y caduco hasta el próximo año. En los bosques, algunos
árboles desarrollando su estrategia biológica se desprenden cariñosamente de
sus hojas y meciéndose éstas, descienden vencidas en un osado viaje hasta decorar
los suelos con un frondoso y original manto natural. Otros árboles tienen un
pacto con el sol; les manifiestan su preferencia a no desprenderse de sus hojas
con la condición de cambiarlas de color, decorando así la infinita grandeza de los
bosques. De esta manera, una nueva estrategia biológica se pone en marcha;
disminuyendo la clorofila, las hojas adquieren tonalidades rojizas, violetas,
marrones...
La prudente y sabia naturaleza nos deleita una vez más la
vista con lo que es el principio de otro ciclo natural. Y yo sigo haciéndome
preguntas;
¿Se puede renunciar a
la condición de humano alegando vergüenza ajena? ¿Podré huir de mí mismo siendo
un duende y paseando en bolas por los bosques?
Y para escribir esta mierda gritaré; que os jodan.
Y como cada año también, como viene siendo hábito
por estas fechas, muchos somos los que nos vemos desplazados y «en el peor de los casos» despojados de nuestro
hábitat con total impunidad. Sí, vosotros los humanos nos imponéis vallas
cinegéticas, cicatrices del desgarro que limitan nuestra libertad, privatizáis
los bosques en pro de vuestros malditos intereses económicos. No habéis tenido
ni la menor consideración y vuestro egoísmo va más allá. Habláis de gestión
forestal sostenible hablando de mejorar la biodiversidad y justificáis impactos
ambientales propiciados por la explotación forestal y cuando no, prendéis con
rentables fuegos los bosques y os beneficiáis hasta por sofocarlos colgándoos
réditos políticos y medallitas. Vuestras políticas ecologistas son de cajón,
quedan reducidas a los intereses del mercado monopolista, vuestros privilegios son
nuestra tumba y éstos convertirán los bosques—nuestro ecosistema— en centros urbanos de esparcimiento, sin otra
vida que la humana los domingos y festivos —barbacoas
y cervezas, desperdicios e inmundicia —.
Nosotros los duendes, somos víctimas directas de vuestro
expolio, nuestras setas-casa desaparecen,
vosotros humanos nos condenáis y vosotros pagaréis con creces el despreciable
escamoteo al que nos sometéis, el saqueo, el pillaje y el exceso de impunidad del
que gozáis no os salvarán, miserables.
Es domingo y terminando de escribir esto, me levanto de la
silla, bostezo, entro al baño y mientras me miro al espejo gesticulo ridículamente
con mi boca; me doy asco. Estoy gordo y feo. Pillo el móvil y llamo a unos
cuantos de colegas;
-¿Os hace subir al monte a cazar duendes y tomar unas cervezas y bocatas?-
«Uffff… acatarme a la
lógica es que me saca de quicio.»
—«Contradicción»—
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