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sábado, 18 de mayo de 2013

El Mar Tiene Sed.




“El tiempo se escapa rápido
cuando eres feliz.
Pero se paraliza en la desesperación.”
(Ana Rueda Alegre. Con otra mirada. 2011)






 
Y viven los difuntos,
anclados en la distancia de la acústica.
Viven  sin perder de vista un horizonte
que suponen tras las olas.
Cuelgan de noche en las estrellas
las llaves de las argollas
que les impusieron cuando nacieron
y para vaciar de hambre sus estómagos huecos;
se dejan llevar mar adentro.
Que no se los bebe el mar por capricho
sino por testimoniar -con muertos-
el luto de la inútil vida
que refleja la guadaña de un verdugo
cuando sonríe en la ansiada orilla, con billetes en la mano
prometiendo el postizo,
de un adulterado,
de un fingido,
o de un incierto
mundo mejor.
Que es así de triste, amig@s
porque el mar volverá de nuevo a tener sed
de necesitados,
de olvidados,
de desdichados hambrientos
que un día lloraron la partida
de alguien que nunca llegó hasta la otra orilla.

domingo, 5 de mayo de 2013

Sólo Lo Tierno Permanece.



"Aparentemente es el final.
Quiero morir.
Lo quiero con seriedad,
con vocación íntegra". (Alejandra Pizarnik)


    Seguía lloviendo, brotaba la vida. Copiosas gotas de lluvia se estrenaban para terminar su largo y vertical recorrido precipitándose contra el cemento. Y ella sentada en una piedra junto al lago, comía pipas de calabaza. Las mismas que la vida le había dado.
Otros, simplemente observaban. Ella intuía que unos pocos aspiraban a más;  el arte del silencio, la insurrección, la elaboración de un hidrocarburo aromático y cristalino el mismo que se funde a 81° centígrados, Trinitrotolueno lo llamaron.
Escribía, sus panfletos son verdaderas bombas, letras y grafías llenas de amor, odio, simpatía  o desprecio. Cariñosas y efusivas como las que le escribió la primera vez que se conocieron. Frías y hurañas como las que por vergüenza escondía en el fondo de la bolsa de basura.
A penas sin darse cuenta sus hojas se llenaron de promesas y deseos,  descubriendo insensiblemente sus más íntimas alegrías y a la par, sin saberlo, el cubo de basura se llenaba cada vez más y más. Poco o nada hubiera costado vaciarlo para empezar de nuevo. Y sin embargo no lo hizo.
Porque el destino le deparaba un millón de sueños nihilistas, un millón quinientas mil sonrisas y tres millones de ojos a los que mirar.
Cesó la tormenta, continuó garabateando panfletos incendiarios, esos que incluyen una cuenta atrás; TIC, TAC, TIC, TAC… y así fue pasando su tiempo, entre secobarbital  esperando su leitmotiv, esperando que una víctima más de esta obtusa sociedad y de su estúpida avaricia, le librase de las palabras vacías y las trescientas mil corazas que la rodeaban.
Remitió el vacío, la tormenta y tras ella revirtió la paz.

Yace tranquila Alejandra Pizarnik en la inmortalidad de sus letras, cincuenta pastillas de Seconal fueron el apócrifo descanso de su infierno musical. Sólo lo tierno permanece.