“Una
mujer pronunció mi nombre y me extrañó
que
alguien velase aún mi cadáver
y
lo tocase tiernamente
como
incitándome a vivir de nuevo, y lo llamase
igual
que a un niño o a un insecto ciego
empujándole
como una madre hacia la luz.”
(Beñat
A.)
Cuando el reloj marca un tiempo estancado
los sueños destacan por el eterno sollozo del apestado.
Mientras partías vi la tierra moverse bajo mis pies
y no creas, no fuiste tú quien se movía sino ella.
Y yo ahora que soy pétalo marchito sempiterno
aciago sin paraguas quedo bajo la tormenta.
Déjeme mirarle de frente, Sra. Muerte.
Para escupirle en su puta cara,
para decirle que nada fui y soy el momento,
y para preguntarle ¿por qué ella y no yo?
Tratando siempre de descifrar el enigma de ese error suyo
me desdoblo para abrazar las terribles visiones,
para apretarlas con la fuerza del que se aferró
para estrujarlas con el dolor que se destapó
cuando al final de éste,
ella nos dejó en su vacío;
enseñándome la belleza que hay por descubrir
en todos los destinos.
Así que muy a su pesar toco a su puerta y le saludo:
-Hola Sra. Muerte,
vengo a por usted.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario