Pages

viernes, 24 de enero de 2014

No Más Talleres De Escritura Creativa En Lloret.



 
“-¡Cuéntanos un cuento!- le pidió la liebre.
-¡Te lo pedimos por favor!- le rogó Alicia”
(Lewis Carroll, “Alicia en el País de las Maravillas.”)
 

      Aquella semana de diciembre recibí varios mails de los que sólo uno de ellos llamó mi atención, éste no parecía remitirse desde Tanzania o Mozambique y tampoco hablaba de príncipes ni tampoco de minas de diamantes ni cuentas bancarias. Se trataba de una invitación a un Taller de Escritura Creativa en Lloret, un encuentro de frikis de esos que construyen olas y burbujas en sus vidas para el momento más inesperado meterse dentro de ellas y, a la medida que puedan, hacer algo más que dar puntapiés al tedio; escribir, bien o mal pero escribir, bajando de las montañas del fuego o emergiendo de las oscuras profundidades del litoral craneal, convertir, comunicar, expresar, descubrir y aprender a sobrevivir sin cortarse las venas en primavera o sin llevarse a algún hijo de puta por delante. En definitiva; ver el mundo desde otra perspectiva.
Sonó mi móvil-ladrillo, la llamada inesperada me pilló fuera de juego, viajando a Babia. Acepté la invitación con tal normalidad que incluso, más tarde, llegué a sorprenderme de tomar esa decisión —por insignificante que parezca— tan a la ligera. Unas semanas más tarde ese compromiso me embutió en el autobús camino a Catalunya. Durante el viaje mis ojos devoraron a través del cristal todo el paisaje de aquel país de botifarres, barretines, estelades e insustanciales cumbaiàs que durante dieciocho años me acogió. Aquello manifestaba recuerdos como olas del mar arrastrando nostalgia.
Las seis horas de viaje «a pesar del excesivamente susceptible compañero de viaje con el que me tocó compartir asiento» se hicieron digeribles y en la estación de Lloret me esperaba Iona, una vieja amiga catalana, coordinadora y organizadora del encuentro y con la que años atrás compartí unas letras en cuentos eróticos como; “Eric, El Comedor De Coños” y “Tu Glande Juega Al Ajedrez”. Ambos cuentos, por vulgares y frikis que sus títulos puedan parecer quedaron finalista y ganador respectivamente del Decimonoveno Concurso de Literatura Erótica Ciudad de Tenerife. A mí particularmente nunca me han atraído los concursos ni las competiciones; «“decís que todo es mentira, que todo está manipulado. Pero os gusta recibir premios en los que os habéis cagado.”» y por consecuente Iona y yo —después de juntar solidariamente el premio económico— tuvimos el placer de disfrutar de mil doscientos euros y una semana de alojamiento con pensión completa en un camping naturista de Tenerife. Pero de eso hace muchos años y es otra historia.
      Iona estaba igual que siempre, a pesar del paso de los años, no había cambiado mucho; delgada, alta y con algunas que otras canas más que se habían escapado al tinte rojo y azul de su melena y que la convertían a sus treinta y pocos años en una persona con más carisma que cuando versioneábamos la canción de “Terror en Jacksonville” en aquel grupo punk con nuestras caras de adolescentes pajilleros.
Evocamos viejas historias acompañados por unas cervezas entre risas en el bar de la estación, metí mi mochila en su coche y nos desplazamos hasta el colegio donde, ese fin de semana, se iba a realizar el Taller y poco a poco fueron llegando el resto de invitados. Creo que nos juntamos cincuenta y tres, cada cual veníamos de diferentes puntos geográficos. Nos alojaron en el gimnasio y fue casi divertido no pegar ojo en la primera noche, nos la pasamos todos hablando, conociéndonos y riendo tratando cada cual, hipócritamente de caer bien excepto cuando —sin venir a cuento— solté;
—«Esto se parece a la novela de Agatha Christie, Diez Negritos y ahora…—ejem!!— «carraspeé»… empezarán a matarnos uno a uno.»
Se hizo un leve silencio.
 Y aunque Iona, durante toda la velada no se apartó de mí tuve tiempo para conocer livianamente al resto de participantes.
      El sol salió cuando Morfeo hizo acto de presencia y nos saludó dando el pistoletazo de salida al Taller. Nos encontrábamos en una de las aulas, unos ataviados con sus portátiles, otros con libretas, bolis, auriculares... El ambiente se cargó del aroma de cafés y al de tabaco de pipa que exhalaba un tipo con barba blanca y gafas redondas de esas con estilo a John Lennon. Se trataba de Isaac, un arrepentido profesor gallego que fumaba mientras escribía su micro relato; “Tu Voz Es Hielo”. Con éste especialmente fue con quién más me relacioné aquel fin de semana. Él tenía su propio concepto sobre la educación, reflexionamos con fluidez sobre la enseñanza y el aprendizaje, se sorprendió cuando le hablé del profesor murciano Pedro García Olivo. Ambos, a su manera, entienden la figura del profesor como un mercenario del sistema capitalista y yo me ratifico en ambas posiciones.
Siguiendo en el Taller Literario, un grupo nos quedamos en blanco incapaces de juntar cuatro putas palabras con sentido y mi bloqueo era tal que hubiera sido más sencillo inventar pompas de jabón con vida propia que escribir algo con sentido en ese momento. Algunos hablaron del típico PND, Presentación, Nudo, Desenlace tratando de motivarnos, pero no hubo manera, otros salieron fuera del aula buscando el parnaso y yo busqué inútilmente las musas en la cintura de Iona, ella en vista de la ausencia global de inspiraciones propuso estratégicamente y con iniciativa cambiar la metodología; haciendo un trabajo en grupo e influyéndonos en quién tenía el ingenio de su parte para que tratásemos de reflexionar sobre la necesidad de contar las historias.
Aquello no sé cómo pero medianamente resultó, todos aportamos algo bueno y al final, entre torpes y perspicaces, salió de toda aquella mezcla de historias e ideas un pequeño trabajo literario con cuentos de todos los colores y para todos los gustos.
Yo de aquellos dos días y cincuenta y tres frikis escribiendo, me quedo con la memoria que me abría el paisaje; fue nostálgica la evocación que traen los vientos que atraparon mi niñez, el momento del encuentro al compartir recuerdos, risas y cervezas con Iona en la estación, la primera noche despiertos y también Isaac y su particular forma de entender la educación, y poco más. No sé, hay épocas en las que estoy tan decepcionado con la especie humana que prefiero no conocer a más gente «que los palos que nos llevamos algunos no son caricias» quizás ese día fue sin duda uno de tantos, quizás ESKORBUTO tuvieron razón revelando en aquella canción eso de; “Las multitudes son un estorbo” o quizás sea una indeterminada cuestión de ambigüedad por mi parte.
      La vuelta a casa en el bus fue de lo más nostálgica si cabe. Aunque Iona y yo, gracias a la literatura estamos en contacto permanentemente sabíamos que no nos volveríamos a ver hasta pasados otros tantos años y ahí, sinceramente, encontré más inspiración que en su cintura o en la reflexión intertextual que nos desbordó por momentos en el aula. Sobre todo cuando en el viaje de vuelta observaba al resto de pasajeros mientras adelantábamos a un camión cargado de reses y me sentí una más en el jodido rebaño. Socialmente gracias al capitalismo genocida me veo destinado a un mismo fin; el matadero. A pesar de ello el viaje de vuelta dio para escribir una historia en blanco y negro; “En Euskadi No Se Folla (A Veces)” que servirá, la próxima semana, de entrada para el Blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario