“Cuando el hombre
guerrero me encerraba
en sus brazos, era un
placer para mí...”
(ELEGÍA ANGLOSAJONA, S.
VIII)
Siento la estrofa,
la viajera sin viento
que se aventura
hundiéndose,
apoderándose de mí
en lo más profundo de
mis sentidos,
llagando
románticamente,
como rocío al umbral
del alba.
Y a Pizarnik
recíprocamente,
con palabras
que no son de este
mundo,
le hablé al detalle
cual súbdito Mefostófiles.
Sin vuestra ignorante
miopía.
Para que nunca,
nunca lo entendáis.