He llegado a la hora correcta y en el camino contemplé los
campos, no eran inmunes a la lluvia, ni a la oscura madrugada.
He llegado a la hora correcta y en la escalera seis
peldaños, otras veces había tres.
He llegado a la hora correcta y las máquinas están dormidas,
por eso las enciendo y escucho su ruidoso despertar.
He llegado a la hora correcta y con las heridas del día
anterior empiezo a sudar. El café de máquina hace su efecto.
Si me dejase llevar como todos, el rebaño no escucharía el
ruidoso despertar ni vería los campos exentos de dolor, pero tropezaría una y mil veces en los
escalones que llevan a donde la vida se acorta.
Por eso escribo esto, para sentirme vivo.
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