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jueves, 14 de diciembre de 2017

Perros de la vida



Ilustración; Desconocid@
Hacía años que no se veía esto en mi barrio. Tres canes vagabundos, de los que ya ni existen, de los olvidados por las políticas de protección y defensa de animales, escuchimizados, tan enjutos que la inmensidad del hambre parecía haberse posado de por vida sobre sus tres lomos huesudos. Caminaban sucios, con paso loco pero en sintonía. Uno blanco punteado en café, posiblemente descendiente remoto de algún olvidado dálmata, otro canela, con rastas enmarañadas e insustanciales rasgos de perro de aguas, y una tercera, oscura como la noche que dirigía el grupo, sucesora distanciada de algún pastor belga.
En las esquinas, tras sus pasos, corrillos y miradas entorno a tres nuevos huéspedes y por unos instantes, gracias a aquellos canes, un atisbo de lo que fuera la vida social, floreció en el barrio.
Me detuve por unos instantes y giré la cabeza. Seguían allí en la distancia. Noté cómo olfateaban mi rastro y se acercaban, y observé volar una piedra lanzada desde pocos metros que dio de lleno en la cabeza de la más oscura de los tres canes y un conjunto de doloridas onomatopeyas turbó el sosiego de los edificios. Entonces él tiró ligeramente de su correa unida a mi collar mientras se miraba la mano con la que había cogido la piedra y seguí caminando a su lado, obediente y con paso firme merecedora de dos galletas de snacks que él, mi amo, guardaba en la despensa de casa para las perras más exigentes y caprichosas.
A estas horas de la noche, en el barrio no queda nadie despierto excepto tres canes libres, escuchimizados, una de ellos herida y yo, una Yorkshire terrier adornada con un lacito rosa en mi cabeza que observa la calle a través del cristal del salón.

No volví a saber jamás de aquellos perros libres.

viernes, 8 de diciembre de 2017

El dolor del silencio



Ilustración; Liliana Ospina
Háblame cada seis de diciembre

de esas horas viajeras

en las que las perdices

picotean el final de los cuentos.

Háblame cada siete de diciembre

de esas hojas viajeras

que vuelan desde Alejandría

con aroma de Bergamota

para vestir árboles hasta Damanjur.

Háblame cada ocho de diciembre

y también cada nueve,

y cada diez,

cada once

pero háblame

para que mi silencio

lo quiebre tus palabras.

Ah!

y no te olvides de los besos.



martes, 5 de diciembre de 2017

Catástrofe matinal


 
Ilustración; Shawn Coss
Tomando la mañana,
despido nuestra noche,
desprendemos aromas,
que despuntan entre sábanas.
Despertad oníricas atmósferas,
sí.
¡Despertad!
A orillas del alba invento nubes,
apago velas y prendo nostalgias.
Ni despertando mueren mis sueños
porque despierto sigo soñando,
navegando entre barro y cenizas,
como pez en el agua,
a mi insólita
sístole, diástole
me he aclimatado.