He soñado bicicletas, pisaba
los charcos que Oscar Wilde observaba junto a Shelagh Delaney. Plasmados sendos
rostros en vetustos muros de ladrillo rojo desfallecieron, es el destino que nos
toca, pero ¿hay mañana para el resto?
Todo ha cambiado y del
amor que se perdió entre besos en el viejo muelle de Salford no se supo más.
Salgo a la calle, todo es
igual y tan distinto. Y aunque ya no huele a alquitrán, se salvan los
recuerdos. Silbo, corre el aire. Mirando mis zapatillas negras avanzo cabizbajo,
respiro en azul y sé que “There is a
light that never goes out” es la canción donde me gustaría vivir.
Entonces vuelve la
sonrisa a mí.
...mañana será otro día.
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