Fotografía: Toni Frissell, 1945 Londres |
Tanto falleció la imaginación
que sólo quedan llantos,
gritos, desilusión,
tierra quemada
y cien mil arañazos.
Sí, pesan y caen
dibujando rojos trazos en aguas azules.
Sus erguidos homicidas traicioneros
galopan en pájaros de hierro
y apestan a mugre,
canales de penitencia,
estiércol.
Sus nombres sin abrazos
escritos quedaron en los parques
donde los niños muertos,
aquellos que marcharon,
perdieron tanto la
voz
que se los llevó el viento.
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