"Sobreviví
y aprendí a vivir.
Comprendí
que la enfermedad es más que un síntoma,
es
más que un estado de ánimo.
La
enfermedad es un estado de guerra permanente."
(Diario secreto: espía Lemmy Caution 345-A)
Saturnino Gravois no había almorzado nada,
quizás ni siquiera había probado bocado en varios días, su mirada está perdida
al infinito pero en su interior sus entrañas se pelean con furia, retorciéndose
como en una metamorfosis de Kafka.
El doctor Saturnino Gravois se encontraba apostado en uno de
los rincones de una austera suite, suelo blando y paredes de tapiz acolchado,
un ventanuco en la parte más alta y una cama almohadillada apostada fija en el
centro del habitáculo, su camisa manchada por una larga hilera de babas que le
colgaban del labio inferior daban de él una sensación de vegetal con piernas, una
piltrafa humana, su mirada estaba perdida, ida y los dos brazos cruzados se
aguantaban a su espalda junto a unas correas de cuero que formaban parte de unas
largas mangas de su camisa blanca. En el suelo tirado, un pequeño frasco de
inyectable donde Saturnino, debido a su deplorable estado, no acertaba a leer; “VALCOTE
I.V. Solución Inyectable.
ABBOTT. Cada ml contiene: Valproato de Sodio (equivalente a 100 mg de Acido
Valproico)”.
En la parte alta de una de las cuatro paredes acolchadas,
Saturnino eternizado por su estado, cree distinguir la ventana o tal vez el
marco de un cuadro, trata vagamente de fijar la vista sobre un punto pero lleva
demasiadas horas así, con un dilatado reguero de babas saliendo de su geiser-boca, contrastando eternamente si
el cuadro es de Picasso, de Rembrandt o un Van Gogh. Los eternos fogonazos de
luz a los que está siendo sometido hacen que sus leves pensamientos deriven en especular
si cada destello de luz será el último, así lleva dos días.
Mira al marco del cuadro situado en la parte alta de una de
las acolchadas paredes y cree con terror ver un insecto, ¿una especie de
grillo, tal vez? De repente algo despierta dentro de él, su sangre bañada en entomofóbia
recorre su cuerpo, su corazón bombea una aversión obsesiva con tanta velocidad
que burla la medicina que periódicamente está siendo administrada en su cuerpo.
Grita despavorido golpeando con ímpetu su cabeza contra la pared. Se tambalea,
su cuerpo cae a plomo sobre el suelo acorchado quedando en posición
antinatural.
Silencio…
Silencio y destellos interminables.
Continuará...
Continuará...
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