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viernes, 27 de diciembre de 2013

Suicidios Literarios Follados Por Agua, Gas y Seconal.


“Notarás mi cinismo
cuando te llame cariño
pero verás mi alma
cuando se me ponga dura.”
(Montoya, “Semirrecta, el origen.” Julio 2011)

Mientras tomaba un café de solera —recalentado de la mañana anterior— releyó varios renglones de aquella escueta carta que había encontrado en la mesa de la cocina. En las sábanas de su cama todavía quedaban restos del último polvo con ella; lefa seca, sangre de regla y aquel inconfundible aroma al perfume de una conocida multinacional en la que las pijas como ella tiraban de Visa todos los sábados para sentirse felices en sus opulentas vidas.
Dejó la taza y la cuchara en la fregadera y por enésima vez quiso atreverse a escribir algo original e imaginativo pero volvió a dar delantera a la pureza creativa de Sherezade, la envidiaba por su capacidad narrativa y se le iban los ojos por aquellas mil y una noches porque, al contrario que ella, él había perdido totalmente toda fuente de inspiración, hacía más de dieciocho días y catorce horas que bajaba sin frenos «cual goitibehera», las laderas del monte Parnaso. Pero eso no podía seguir así. Aquella pija opusiana, «mala arpía» con la que pasó tres meses, con sus correspondientes noches, de sexo y desenfreno debió sorberle, entre otras cosas, su mierda de creatividad. Él que, a la hora de escribir, siempre presumió de burlarse del amor y saborear con naturalidad la capacidad de deslizarse sobre el folio; ligero, aéreo e inmaterial veía hoy como la mordaza que rodeaba su corazón, se derrumbaba como un castillo de naipes llevándose consigo las ideas siempre fieles que habían discurrido durante décadas en su cabeza, las cuales morían como espermatozoides alborotados a punto de emprender un camino intenso pero corto en el que sólo uno de ellos sobreviviría. Y todo por una ninfómana del Opus que había conocido aquella noche en el concierto de Tonino Carotone.
De la noche a la mañana había dejado de imaginar, de idear, ingeniar, proyectar su creatividad en un papel, estaba en otro ángulo de su mundo paralelo, se veía condenado, atrapado en el mundo de los normales, los que se rigen por normas, los que follan como viven; de mentira y presumen de controlar sus miserables vidas en una sociedad de mierda que los esclaviza cada día un poco más. Qué asco de vida llevan, llenas de puta basura, de apariencias y consumismo.
A medianoche se levantaba entre las mismas sábanas creyendo haber retomado la dinámica pero tan sólo alcanzaba a comer en la cocina las sobras de la noche anterior; kebabs y restos de pizzas mordidos que sustraía a escondidas de la pizzería del barrio, las de cuatro quesos le encantaban aunque esas que llevan piña a pesar de toda la mierda que les echan, fueron siempre su debilidad.
Miró por la ventana de casa y era de noche, el reloj del puto móvil marcaba las cuatro y veintitrés de la madrugada. Tenía tropecientos avisos de llamadas en él y su procedencia se la traía bastante floja. La oscuridad a través del cristal, la nocturna calma que transmitía el barrio y su discrepancia interna con este mundo consumido por las desigualdades formaban una melodía salvaje que lo incitaba a rebuscar musas donde no las había, llenando de pintadas los muros mudos de aquella ciudad podrida que reflejaba una normalidad enfermiza y contagiosa.
 
Y así, escuchando a Immortal Technique amaneció y salió el sol y con él la luz del nuevo día se coló por aquella ventana escudriñando entre sus ojos apáticos y somnolientos, recordándole que su puto día de la marmota había vuelto a comenzar. Su aliento apestaba a perros muertos, sus pelos y su barba denotaban varias semanas de peleas con las dudas pero en ese momento eso también se la traía floja ya eran veinte días, ocho horas y cuarenta y siete segundos bajando del Parnaso y hoy tenía la certeza de haber dado de bruces con el remedio a sus males.
Hoy sí, el sol le iluminaba. Hoy evocaría a l@s mejores, los que una sociedad sin vida, apática y errante tachó de maldit@s; Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Ángel Ganivet, Alfonsina Storni, Sylvia Plath, entre otros. Hoy culminaría su obra maestra tomando un poco de cada uno de l@s mejores. El gas, el agua, Seconal…
                                                                                                                                 …ahora Él ya no existe pero su otro yo ha encontrado un nuevo amigo imaginario; dice llamarse Enrico Freire y ambos van a escribir “Explosión”, y antes del grito, tardo cuarenta y cuatro años, tres meses y un día en encontrar la salida.

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