Parecía un vendaval, el puto sonido estridente de aquel
despertador simulando ser un gallo llegó a meterse violentamente en sus oídos
antes de alcanzar a apagarlo. Era la duodécima vez que miraba la hora en las
siete que ocupó su cama. Sin encender luz alguna se dirigió a ciegas, palpando con
la mano sobre la pared hasta llegar al baño donde orinó; primero fuera y luego
dentro y, tras encender la luz, se miró al espejo, sus ojos medio cerrados y en
sangre viva le recordaron un ratón blanco de laboratorio, se acercó algo más a
su reflejo, de perfil su tripa le producía un asco imperdonable, estaba
empalmado y se rascó las pelotas fijándose en las muecas que le obsequiaba al
espejo con su cara; un simio madrugador de treinta y cinco años. Frunció el
ceño, sonrió, gesticuló mostrando los dientes y sacó la lengua al espejo olvidando
que el tiempo pasaba, que los autobuses llegan y se van, la ciudad se despierta
y él se deja llevar por los lazos del día anterior en los que el imán del tedio
conserva una inducción magnética que lo arrastra impasible, nuevamente hasta la
cama.
Hoy es su primera entrevista de trabajo tras muchos años
pateando dudosas ofertas de empleo en las que por muy adelantado que llegues a
ellas siempre te mantienes —como un campeón— entre el quingentésimo y el milésimo y nunca llegas a acceder siquiera a la mísera oportunidad de
dar un paso más allá de dejar el currículum a la chica amable que de forma
autómata atiende por igual a todos los futuros candidatos mientras aguarda
impaciente que termine su jornada porque sabe que realmente no hay oferta de
empleo como tal, que está ejerciendo un papel porque el puesto está más que
adjudicado a Esteban, un candidato con una afiliación sindical concreta.
Sí, hoy a las nueve de la mañana tiene una
entrevista de trabajo para un puesto de afilador de cuchillos y el día de antes
dejó preparado sobre una silla alguna de sus mejores ropas, una camisa sport que
compró para ir a la boda de Carlos y Esteban, dos amigos que se ganaban la vida
sirviendo cócteles en un disco pub de Chueca antes de confesar que no eran gays,
tras descubrir Carlos que combinando una buena recomendación con algo de favoritismo
y una afiliación política concreta tendrían un parné remunerado y una serie de
privilegios de los que el lumpen no goza, todo bien y al año se divorciaron. También
sus mejores pantalones descansan sobre aquella silla, unos que sólo usó una vez
cuando había quedado en casa de Isabel para cenar juntos, aquella noche se
presentó en casa de la susodicha ataviado con gorra plana, collares de alta
bisutería imitación oro y pantalones nuevos, sujetando en una mano una flor
amarilla y blanca que había quitado de una maceta del rellano cuando subía por
el tercer piso, en la otra una botella de Whisky, en el bolsillo de la chaqueta
guardaba una ristra de condones que había robado en el supermercado de abajo.
Evidentemente Isabel, a la que en el polígono llaman La Choni Romántica, al ver las intenciones de semejante simio zanjó
la cita con un natural; “vete a la
mierda” y con su Iphone de última
generación llamó a su amiga La Charo
para comer juntas las pizzas Casatorroella
que había calentado en el microondas para cenar con el «pringao» de los pantalones nuevos.
Nuestro amigo se despereza en sus recuerdos retorciéndose
entre las sábanas y saca su cabeza de debajo de la almohada disponiéndose a
mirar la hora, hoy a las nueve de la mañana tiene su entrevista de trabajo pero
ya son las dos de la tarde.
Acordándose que a las siete en la tele hay partido de
fútbol, pone un disco en su Ipad de última generación; «Top 10 mejores canciones de reggaetón» y
para hacer hambre se enciende una chusta
mientras recrimina a su madre, viuda de sesenta años y recién llegada de ganar
cuatro putos duros fregando escaleras, por no haberle preparado aún la comida.
Ella piensa todos los días, mientras afila el
cuchillo con el que descuartizará al pollo que va a poner para comer, cavila. Cavila
pero no demasiado no sea que se dé cuenta que su niño pequeño tiene ya treinta
y cinco años.
(Para mi amiga Karen Manzur, por la idea. Gracias!)
(Para mi amiga Karen Manzur, por la idea. Gracias!)
buena mierda, colega.
ResponderEliminarGracias tio.
EliminarSaluteeeen. :-)