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jueves, 2 de octubre de 2014

Balada en la planta -2.



“¿Cómo podía adivinar yo el destino que le esperaba?
En verdad la vida humana es como el rocío
o como un relámpago.”
(Ryunosuke Akutagawa. 1892-1927)


       Permaneció sólo en aquel inhóspito lugar durante tres días. Por las noches echó de menos su pueblo, el cantar de los grillos y el eterno silencio se introdujo en su cabeza amartillando al amodorramiento.
Conocía las consecuencias de permanecer aislado y aun así sucumbió a ellas, las asumió. Fuera todo era cataclismos y desastres. Dicen que una larga temporada en soledad termina por condicionar a quien la padece, debe ser determinante como un trauma o salir ileso de un accidente con resultado de muerte. Lo desconozco, pero nuestro personaje eligió el aislamiento a un mundo subyugado al bolsillo mágico de Doraemon.
El pez acróbata, la balada escrita y jamás cantada nació allá en la planta menos dos, por casualidad, cuando ésta es hipotética e inverosímil o llega a alcanzar paisajes que nadie, en su sano juicio, se atrevería a imaginar.
Lo suyo no fue un rescate sino más bien una desvergüenza, un descaro por parte del cuerpo de bomberos. Y cuando salió del ascensor en el que pasó tres días de su macilenta vida volvió a girar la cabeza tratando de encontrar otra puerta que lo llevara hasta la planta menos dos, otra puerta ajena a la locura de la ciudad, un postigo al silencio donde terminar la canción jamás cantada.

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