A
Alejandra Pizarnik.
(La
que supo gritar hasta el alba cuando la muerte se posó desnuda en su sombra)
Alejandra Pizarnik,
la de sin manos
para regalar
mariposas
a los niños muertos.
Qué tragedias abarcan
tus letras
dulces como el eterno
descanso
amargas como aciagas despedidas.
Ni es mi silencio lo
que muere
ni mi palabra la que
vive.
Es tu poesía que me
riega
si las sombras me
devuelven
la ausencia de tus
días.
Y en mi retiro,
olvido el tiempo en otro
cuaderno
como arena que se
lleva el viento
vuela frágil, limitado,
volátil
como cuando emigran
las cigüeñas
en inusitados vuelos
sin retorno
como cuando te fuiste
Alejandra
vestida de otoño.
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