«Este es el
pedazo de excremento más interesante que he visto.
A su manera,
es más valioso que las joyas de la corona.»
(Andrew
Jones. Paleoescatólogo, refiriéndose al coprólito de
Lloyds.)
Quienes me
conocen sabrán que para hacer este relato me he inspirado en el coprólito de Lloyds como algo
objetivo. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia, o
no.
Capítulo 1º.
Pus o “carasueño” es un cuarentón fanático del Osasuna —de ahí el grosero
y extravagante pseudónimo que le plantaron sus pocos amigos y que ignorantemente
acarrea con orgullo—. Roza los cuarenta, y una de las pruebas más duras a las
que, como miembro de “los exquisitos”,
se enfrentó en su vida fue concursar como reparador de aspas de molinos,
aerogeneradores los llaman.
Los
exquisitos exigen durísimas pruebas de canto, es fundamental no desentonar, llevar
el ritmo, la armonía y saber respirar bien, entre otras cosas.
Nervioso, decidió
ingerir, los días previos a la prueba, cantidades industriales de tila,
valeriana y huevos crudos, se dice que aclara la voz y así lo recordaba desde
que siendo un mocoso de siete años su madre se lo enfatizara cada noche en el
cuento de caperucita roja.
El día “X”
había llegado, acudió a la cita y todo salió mal, el empacho de huevos fue
terrible, la mezcla de relajantes naturales devastadora y la oposición un
verdadero desastre. Pero todo esto le sirvió para saber que lo suyo eran las
epopeyas, los poetas preclásicos o la épica grecolatina.
A pesar de ser
un pésimo cantante había obtenido el carné de camión y el CAP, pero era
impensable para él conducir —sin cantar— un camión cargado de aspas de molinos.
Ninguneado
por la Asociación de vecinos de su barrio que no quisieron mojarse cuando popularizó su primera “Slam Sesion” siendo vocal de
la mesa de vecinos cuando Vicente el charcutero al que ocho días antes le había
comprado siete docenas de huevos frescos
y que durante dieciséis meses tuvo problemas con las goteras y humedades
producidas por la extravagancia que tiene Pus de orinarse por los rincones de
casa, o María la peluquera parlanchina de debajo de casa con la que pasaba
aproximadamente cuarenta y cinco agonizantes minutos cada seis meses escuchándola
hablar del tiempo, de fútbol o de quienes ella cree culpables del paro, con
unas imparables tijeras a escasos milímetros de sus orejas, decidió acudir sin
dilaciones al consejo de la ONU para pedir recomendación o lanzarse a morir cantando
o en el peor de los casos matando, para ello se presentó ante el Consejo
General de la ONU con un ramo de flores y una poesía.
—Estos de la ONU son unos
auténticos bastardos, a la mierda con sus falsas misiones pacificadoras y sus
cascos azules. El día menos pensado se van a ir a freír pimientos al desierto
del Gobi y yo me buscaré otro trabajo pero ahora no me queda otra elección que
acudir—, pensó.
Improvisó una poesía en un papel reciclado que doblándolo meticulosamente
varias veces, se lo echó al bolsillo de su camisa de “txikitero”;
tú que entiendes de preguntas;
¿dónde silencias tus pasos?
que caminas desnuda
— ¿Que dónde me escondo, tú me preguntas?—
En la tierra sepulta me disimulo,
donde para seducir al Alba
asoma el musgo.
Allí en una de las oficinas criaba
colesterol su amiguito Gordon, un flamante y distinguido chulo verbenero y
prepotente que servía a sus superiores como “encargado
de producción”. Su despacho apestaba
a restos de pizzas, comida basura y el suelo era manchas de lefa seca que se
acumulaba tras jornadas de ocio y esparcimiento laboral. Aquel esperpento era
un pajillero en toda regla, su vida frustración, desengaño y desilusión, el corazón
y arterias de aquella bola de sebo debían estar al borde del colapso. Gordon era poseedor de una extensa y dilatada colección
de desastres en su día a día y eso lo vertía en forma de humillaciones y
desprecios, sin escrúpulo alguno, sobre los trabajadores que tenía dócilmente
manejables bajo su bota en una de las factorías de aerogeneradores con más
prestigio de la zona; APRIONA, allí se concentraban la mayor parte de personas desfavorecidas
y mansas de la zona muerta y que habían perdido casi todo por el saqueo impune
de chorizos de traje y corbata, esos que María la peluquera nunca aludía en sus
despectivos comentarios hacia los inmigrantes. Obreros laboralmente sometidos y
con cargas familiares que se concentraban durante siete días seguidos a turnos y
ritmos inhumanos fabricando aspas de molinos ante las risas de cínicos que, a
costa del trabajo de éstos, comían caviar y brindaban con champán.
Se dice que
las hipotecas hacen mansos a los obreros, en este caso, los alquileres, la
televisión y la incultura crónica también jugaban un papel fundamental en todo
ello. Es por eso que el amigo Gordon desahogaba su frustración sobre los
obreros de la factoría; humillaciones constantes, chulería y prepotencia eran
la tónica del día. El miedo a los despidos jugaba un papel fundamental en todas
aquellas vergüenzas y vilipendios.
—Buenos días señor Gordon, ¿da usted su
permiso?— Por muy “amigo” que fuera, jamás trataba de tú a quien
despreciaba y en este caso la desestima era mutua.
—Adelante. ¿Qué te trae por aquí cacho de
carne?— Contestó Gordon con cara de vinagre sin evitar su tono despectivo,
chulesco y burlón.
—Sí, ejem… disculpe— Carraspeó—Traigo una poesía que he confeccionado para
usted. Es especial porque la he hecho con todo el cariño y desde mi más
profundo sentimien…
—Calla cojones!!! — Interrumpió enfurecido Gordon.
—Yo aquí soy Dios y se me trata como tal.
¿Qué pintas aquí con esas mariconadas de poesías y mierdas? Sabes de sobra que
no me interesa nada perder el tiempo leyendo. Seguro que has venido a pedirme
algún favor. Claro como soy Dios debes pensar que voy a estar obrando milagros
toda mi puta vida, ¿no? Vaya pandilla de vagos e inútiles que tengo!!—
Sonriente con ropa de trabajo y escuchándolo
todo estaba Peggy sirviéndose un vaso de agua en una de las fuentes de la
oficina. Peggy es una choni muy cani que debido a su deficiente nivel
intelectual se servía de sus atributos “unpardecojones”
como ella afirmaba tener, para colgarse medallas metiendo prisa y miedo a
sus compañeros, la mayoría de trabajadores de la ONU le apodaban la cerdita
Peggy.
Él cree que este tipo de personajes son
morralla que jamás han sabido hacer otra cosa que trabajar de boca, personajes haraganes
, egocéntricos y pésimos compañeros, cuya
baja autoestima se ve reflejada en el día a día; juegan a dos bandas, una cara
amable a los compañeros y otra clavando puñaladas traperas por la espalda.
—Señor Gordon, permítame dejarle
sobre su mesa esta poesía y estas flores que han confeccionado en de la
floristería Mateo Morral especialmente para usted.
Mañana será otro día y en la calle,
todos iguales.
Que pase un buen día. Y a ti
pichona, te digo lo mismo.
— Dijo despidiéndose con una sonrisa y saludando girando la muñeca ligeramente.
(Manu LF.)
"Bestseller para Insectos comunes, principios sin final.
Acabas de leer la nueva aventura de Insectos comunes. Se trataba de escribir el primer capítulo de un bestseller. El título estaba escogido según las iniciales del nombre de cada uno de los componentes y una tabla elaborada por el Cerdo Venusiano. Existían varias normas al respecto que espero haber cumplido.
A mis compañeros y compañera les toco otros titulos, a cual más loco, disfrutalos:"
Los misterios de los monumentos ridículos Por LaRatagris.
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