Pages

sábado, 11 de julio de 2015

A Petito el psicópata.









Lamía el color de sus ojos,
con su sangre encebollada y
sus senos horneados a fuego lento.
Continuó masticando acelerado,
al compás de su apetito
y sin apenas una mueca de horror
que se desdibujase tras de sí;
era ella dulce, jugosa, apetitosa.
Él un sin corazón, un huido de la ley
ella, una morcilla burgalesa,
jamás volvió a ser la misma
y él, huía sin dejar rastro alguno;
por tercera vez, había vuelto a comerse a su amiga imaginaria.

No hay comentarios:

Publicar un comentario