— Así, escondido del mundo exterior mola más. Bah, chorradas!!! —,
soltó Fredo con un tono burlón hacia Curt que lloriqueaba sobre los folios
escritos en su escritorio.
La luz de la vela era tenue y en las paredes diferentes estantes
soportaban el peso de decenas de libros.
—Ahora sí que la has hecho buena tío, se supone que tenías experiencia
en esto de las plantas alucinógenas, los chamanes y todo ese rollo, pero se te
ha ido la olla. Joder, esta mierda que has escrito es sólo paja, como la de
ayer, como la de antes de ayer…—. Recriminaba
Fredo lanzando al suelo diferentes folios escritos.
Curt había sido siempre un plasta, más que plasta, un pedante muy
cabrón. Para todo tenía una verdad, la verdad absoluta aunque para demostrarlo
tuviera que hacer uso de su fuerza pero esta vez había sobrepasado lo
inimaginable y parecía un osito de peluche; manso y mimoso.
—Búscate la forma de que el texto tenga sentido, Curt. Lo necesito para
mañana y no me vengas con gilipolleces de grifos que se cambian de sitio y que
muerden. Los Insectos Comunes esperan y si no lo tengo listo para mañana, me
mandarán un sicario a casa—. Insistió Fredo.
Curt estaba narcotizado y la presión que ejercían las palabras de Fredo
era insoportable.
Fredo se despidió no sin antes hacer incapié nuevamente en el relato;
—Para mañana lo necesito. Ah, y acuérdate de poner mi firma. Hasta
mañana, julay!!— No cabía mayor humillación para Curt.
A la mañana siguiente Curt ya había escrito otro relato, exactamente el
mismo que había estado escribiendo durante días, éste empezaba así;
“Los grifos de mi casa hacen lo que les viene en gana. Esta vez se han
vuelto a mezclar; los del baño están ahora donde estaban los de la cocina, los
de ésta con los del patio y éstos con los de la huerta. Los de la huerta han
pedido asilo político…”
Y minutos más tarde la cabeza de Curt estaba esparcida sobre la pared y
techo de su garaje. En el bolsillo de su chaqueta, los Federales encontraron
una nota en la que entre manchas de sangre rezaba lo siguiente;
“Así, escondido del mundo
exterior mola más. La verdad absoluta.”
Nadie o casi nadie saben con certeza qué circunstancias se dieron para
que Curt hiciese eso. Ahora es un recuerdo y Fredo mágicamente dejó de escribir
aquellos textos tan sicodélicos y buenos que a todos nos molaban.
Ahora Fredo observaba detenidamente los grifos de su casa, ahora
conocía la verdad absoluta de la que tanto hablaba Curt y sentado en la mecedora, cargaba dos
cartuchos al viejo colt que había heredado de su abuelo Jim, el loco de Jim
tenía la manía de cambiar los grifos de lugar. Acabó sus días en soledad, en el
manicomio de Florida tratando de encontrar grifos para cambiarlos de sitio.
Fredo lo recuerda ahora más que nunca, por eso él también sabía la verdad absoluta.
Un disparo en casa de Fredo se mezcló con el estruendo de los fuegos
artificiales la noche en la que inauguraban un nuevo día de acción de gracias y
los Federales encontraron una nota muy extraña en uno de sus bolsillos.
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