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miércoles, 23 de marzo de 2016

Mundo exterior (Final)




— Así, escondido del mundo exterior mola más. Bah, chorradas!!! —, soltó Fredo con un tono burlón hacia Curt que lloriqueaba sobre los folios escritos en su escritorio.
La luz de la vela era tenue y en las paredes diferentes estantes soportaban el peso de decenas de libros.
—Ahora sí que la has hecho buena tío, se supone que tenías experiencia en esto de las plantas alucinógenas, los chamanes y todo ese rollo, pero se te ha ido la olla. Joder, esta mierda que has escrito es sólo paja, como la de ayer, como la de antes de ayer…—. Recriminaba  Fredo lanzando al suelo diferentes folios escritos.
Curt había sido siempre un plasta, más que plasta, un pedante muy cabrón. Para todo tenía una verdad, la verdad absoluta aunque para demostrarlo tuviera que hacer uso de su fuerza pero esta vez había sobrepasado lo inimaginable y parecía un osito de peluche; manso y mimoso.
—Búscate la forma de que el texto tenga sentido, Curt. Lo necesito para mañana y no me vengas con gilipolleces de grifos que se cambian de sitio y que muerden. Los Insectos Comunes esperan y si no lo tengo listo para mañana, me mandarán un sicario a casa—. Insistió Fredo.
Curt estaba narcotizado y la presión que ejercían las palabras de Fredo era insoportable.
Fredo se despidió no sin antes hacer incapié nuevamente en el relato;
—Para mañana lo necesito. Ah, y acuérdate de poner mi firma. Hasta mañana, julay!!— No cabía mayor humillación para Curt.
A la mañana siguiente Curt ya había escrito otro relato, exactamente el mismo que había estado escribiendo durante días, éste empezaba así;
“Los grifos de mi casa hacen lo que les viene en gana. Esta vez se han vuelto a mezclar; los del baño están ahora donde estaban los de la cocina, los de ésta con los del patio y éstos con los de la huerta. Los de la huerta han pedido asilo político…”
Y minutos más tarde la cabeza de Curt estaba esparcida sobre la pared y techo de su garaje. En el bolsillo de su chaqueta, los Federales encontraron una nota en la que entre manchas de sangre rezaba lo siguiente;
“Así, escondido del mundo exterior mola más. La verdad absoluta.”
Nadie o casi nadie saben con certeza qué circunstancias se dieron para que Curt hiciese eso. Ahora es un recuerdo y Fredo mágicamente dejó de escribir aquellos textos tan sicodélicos y buenos que a todos nos molaban.
Ahora Fredo observaba detenidamente los grifos de su casa, ahora conocía la verdad absoluta de la que tanto hablaba Curt  y sentado en la mecedora, cargaba dos cartuchos al viejo colt que había heredado de su abuelo Jim, el loco de Jim tenía la manía de cambiar los grifos de lugar. Acabó sus días en soledad, en el manicomio de Florida tratando de encontrar grifos para cambiarlos de sitio. Fredo lo recuerda ahora más que nunca, por eso él también sabía la verdad absoluta.
Un disparo en casa de Fredo se mezcló con el estruendo de los fuegos artificiales la noche en la que inauguraban un nuevo día de acción de gracias y los Federales encontraron una nota muy extraña en uno de sus bolsillos.

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