Pages

sábado, 30 de abril de 2016

Escribiendo a los niños tristes./ Escribiendo a los niños optimistas.



Escribiendo a los niños tristes.

Sobreviven infectándose;
a la medicina de los caramelos.
Acompaña un fulminante individualismo
migrando su alegría al algodón de azúcar.
De consolas reflejos, sus afligidos ojos
empañados por los tiempos de juego
por donde fugaces pasean los instantes;
rayuelas, escondites, combas…
Niños tristes, os escribo.
Para quienes con todo,
nada tienen y nada ven;
hueros de blanco y negro
para los niños tristes en su prematura vejez.


Escribiendo a los niños optimistas.

Bailan perdidos en disoluta alegría,
sus pies se llevan muy bien;
uno delante y otro detrás,
izquierda, derecha
marcando compás.
Cuanto menos;
diestro, zurdo, ambidiestro.
Pies ¿adónde caminaréis esta vez?
Y caminando despacio
veo a George Benson descubrir
en sus notas tentadoras
líneas azul en París.