Escribiendo a los niños tristes.
a la medicina de los
caramelos.
Acompaña un fulminante individualismo
migrando su alegría al algodón de azúcar.
De consolas reflejos, sus afligidos ojos
empañados por los tiempos de juego
por donde fugaces pasean los instantes;
rayuelas, escondites, combas…
Niños tristes, os
escribo.
Para quienes con
todo,
nada tienen y nada
ven;
hueros de blanco y
negro
para los niños
tristes en su prematura vejez.
Escribiendo a los niños optimistas.
Bailan perdidos en disoluta alegría,
uno delante y otro detrás,
izquierda, derecha
marcando compás.
Cuanto menos;
diestro, zurdo, ambidiestro.
Pies ¿adónde caminaréis esta vez?
Y caminando despacio
veo a George Benson descubrir
en sus notas
tentadoras
líneas azul en París.
Manuel no sé qué pasa, no se quedan mis comentarios grrr
ResponderEliminar