Caligrama sobre Miyamoto Musashi. Por LOKURA |
A lo largo del camino que
me ha traído hasta aquí todo ha sido bastante paradójico. El viento soplaba
con menor fuerza en el valle pero en la aldea apenas si mueve los juncos del
río.
Llovizna, no hay sol. Llevo
como diez minutos al resguardo bajo un tupido árbol de mediana altura y no he
escuchado más que la lluvia, el agua del arroyo y un extraño sonido en su
orilla. Intrigado por éste, me aproximo y observo a lo lejos un anciano de pelo
largo sentado sobre una piedra. Afila una imponente catana, gira la vista y,
con impasible ademán, se detiene en su tarea, me observa durante unos segundos y
continúa con su cometido.
Adentrándome en la
pequeña aldea advierto que un silencio absoluto predomina en sus empedradas calles.
Ha dejado de llover, el inexplicable
viento se ha calmado y desde aquí, callejeando, he dejado de oír cómo aquel octogenario
afilaba sosegadamente la hoja de aquella solemne catana. Sin embargo aún
recuerdo el brillo del metal y sobretodo aquel rostro inmutable observándome
firme, sigue en mis retinas.
Hay muchos balcones con hermosas
y coloridas flores en sus tiestos y me cautiva el olor del suelo mojado y esas flores
que desconozco, ¿qué serán?
Ilustración: Takehiko Inoue |
En esta solitaria aldea algo
me vincula con la vida. He visto llover al cobijo de un tupido árbol de mediana
altura, apreciando el viento distinguí la
fricción de la piedra y el metal y el agua cristalina de un arroyo. Pero la
vida también está vinculada a su antónimo y en estas callejuelas ya no me
siento solo. El octogenario de la catana considera oportuno aguardarme al final
de esta calle, la única que cruza la aldehuela. Inevitablemente camino hacia
él. Nos encontramos tan próximos que consigo distinguir el brillo en sus ojos,
refulgente como la hoja de su afilada catana, la que mi cuello va a probar en
unos instantes. Huele a hora suprema, lo sé.
Ilustración: Takehiko Inoue
|
Anoche soñé con la muerte,
la lluvia, las flores, con una aldea y con Miyamoto Musashi.
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