Si el año menos pensado
deshojaremos corazas
y no margaritas,
cáscaras de cebolla
y no sonrisas,
parches de codicia,
miedos y
pesadillas que hacen suspirar.
Quizá entonces, libres
aprendamos
cuántas hojas proporcionan
el "me quiere"
que sortean las primaveras,
cuántos antes y después
se escondieron en los
otoños,
cuántas bocas apretadas
en silencios
encendieron el brillante
mar de sus ojos,
que sin saberlo,
despertaba ilusiones
a su paso,
donde todos vivían
muertos.
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