Ilustración: Pawel Kuczynski |
Ocre es el mundo donde se cicatriza
el tiempo que pasa,
como aquel lamento que nadie oye,
como el paso de un anciano joven
que muere despacio, olvidado.
Y enfermamos a granel, prestándonos
a la apática indiferencia que ordena
el dedo pulgar.
Silba el aire cosiendo la terrible telaraña
que nos une y que tanto nos separa.
Hubo quizá, un placebo de felicidad,
creímos ser
el Yo,
la razón,
o verdad,
únicamente fuimos
pesadez,
silencio,
olvido.
Con el lastre en los bolsillos
de cuatro monedas oxidadas
nos abandonamos a la senda,
camino trazado por ciegas serpientes
nos hace naufragar,
—a la luz de varios centímetros cuadrados—,
como sombras muertas
inauguramos nuestra propia muerte.
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