Muñeca en ventana. Pripyat, Ucrania |
“Estoy buscando nuestro paraguas
en la azotea acogedora
donde tiemblo”.
Es como vivir en grandes tiempos
de silencio donde los días se erosionan sin piedad. Miramos por la ventana y
podemos considerar que éste puede ser reutilizado. Nos serviremos del silencio comprometido
para refugiarnos en él.
Y dependeremos del silencio
material para tener sueños abstractos.
Y si para apreciar lo
absolutamente hermoso de ver derretirse las agujas de un reloj de cuco, tras el
paso lento de un gato, necesitamos apropiarnos del silencio, lo haremos.
Cuidado dueños del tiempo y
fabricantes de relojes, tenemos necesidad de entender el silencio en todo su
esplendor. De apreciar a través de la ventana la vida respirar.
Pero no olvido que peligrosamente
nos acercaremos a la costumbre, donde el tiempo pasa tan desapercibido que parece
un disparo, donde se clava en el cerebro como un pasado o un presente, donde
hay tanto excedente de tiempo que ya no hay silencio y que las personas apenas
tenemos tiempo de disfrutarlo y donde para alcanzarlo hay que imaginarlo en
futuro.
Tiempos difíciles…
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