“Lo que fui no tiene nombre,
trabajo en el alambre”.
Ilustración: Igor Morski |
Dicen
que en todos los pueblos existe un tonto,
pero
en mi pueblo no.
Aquí
somos todos muy listos y
regamos
las señales de tráfico y
no
necesitamos semáforos.
Los
domingos por la mañana leemos a Nietzsche
degustando
churros con chocolate,
y
por las tardes discutimos,
tomando
caldo en pajita de cartón,
sobre
los problemas filosóficos
de
las ciencias modernas.
Los
niños leen a Sigmund Freud
para
aprender a interpretar de manera sistemática sus sueños.
En nuestras
discusiones nunca hay una voz más alta que otra,
todas
están limitadas a treinta y cinco decibelios.