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domingo, 30 de junio de 2024

Autotaxidermia

 


 

 

Un trozo del pueblo


"Sigue tu luz interna de luna; no ocultes la locura".

Allen Ginsberg.


Se quitó las Rayban

y entendí que no quedaban

ojos más tristes

que los suyos.

Cargué mi losa con su aflicción.

Su desidia no abrazaba mis canciones

ni de amor ni de deseo,

ni la remota complicidad

del tiempo de las cerezas.

 

¿Su interior?

huero, sin mesura.

Mirada ausente,

poesías disecadas.

Dime mi nombre,

se lo regalé a Ginsberg.

Ese libro de Sylvia Plath

me lleva al punto de partida,

el puto laberinto

donde todo empezó.

Espero, desespero

pinto frases hueras

en muros de castillos de arena.

 

«Te busqué hasta en Groenlandia»,

le dije,

pero Añoranza siempre sonríe

–cuando decaigo sobre ella–

y me abraza, no deja que me vaya.

Soy como Periclís Yanópulos

autoinvitándome a Ítaca;

“Tranquilo, Manu,

es Ítaca y no duele”.

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