El verano está
llegando,
lo intuyo,
lo huelo de lejos.
Ausculto estaciones,
brisa, sol, matices y
olores.
Y lo siento tan
cerca,
tan cerca y tan lejos
está
que el recuerdo de aquel
verano muerto
que tanto te odié
cae por mi rostro
acuoso entre salitre
de mar.
Reviven las mariposas
muertas
que un agosto en mi
estómago
dejaron de existir
y ahora, vigorosas,
dan vida a mi
burbuja.
¿Y qué quedó de aquel
verano?
Los árboles del
parque
que portan grabada,
con sinceridad,
el efecto imantado de
dos corazones
que tres mil días se
amaron
y en noventa y siete segundos
se rompieron.
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